El sufrimiento Psíquico en los niños

Por Gabriel Donzino[1]


Una serie interminable de notas en el cuaderno de comunicaciones, reiteradas citas a los padres con la directora de la escuela o con la psicopedagoga, derivaciones al psicólogo o pedidos de informes y estudios neurológicos son algunos de los temas que los padres relatan al iniciar la consulta por su hijo.

Así pasó con Juani, de 7 años. La escuela notaba su inquietud, falta de respeto a las normas escolares, dificultad para copiar las tareas, explosiones de ira ante sus propias dificultades, agresiva relación con sus compañeros, etc., etc., etc… Y este fue el comienzo de un largo peregrinar por distintos profesionales que le realizaban estudios, pruebas, exámenes y más pruebas y más estudios para determinar qué tenía, en su cerebro, en sus neurotransmisores, en sus genes. Y lo que le pasaba a Juani era que tenía un problema…

El sufrimiento psíquico infantil se manifiesta de muy variadas maneras. Poder comprenderlo es uno de los primeros y principales objetivos a desentrañar ante la consulta psicológica por un niño. Una misma manifestación o síntomas pueden estar ocasionados por motivos muy diversos. Por ejemplo, un estado de excitación puede ser expresión de una angustia psicótica, de una depresión infantil o una reacción ante una situación traumática o violenta.

La escuela suele ser la primera “detectora” de conductas disruptoras con lo esperable estadística y evolutivamente, para la media de niños escolarizados. Una conducta perturbada del pequeño suele ser perturbadora para el adulto. Pero esa inquietud generada en los padres o maestros requiere, desde nuestra disciplina, una sutil captación  del motivo de esa preocupación. A veces el sufrimiento psíquico infantil molesta porque el adulto comprende que algo no anda bien en el alma de ese niño y se alerta ante ello o bien se molestan porque se espera que los niños no molesten. Y la realidad es que los niños son niños…

Para el psicoanalista infantil, es una tarea muy importante poder escuchar cómo se posicionan los padres y/o maestros ante el problema del pequeño, qué hacen ante el dolor que produce ver que un hijo sufre por algo. Este suele ser un momento necesario pero doloroso para los padres que quisieran, por sobre todas las cosas, que su hijo sea feliz y sano. Esto implica enfrentar la dificultad en vez de negarla para protegerse de este modo del dolor y culpa que podría producir.

Para el psicoanalista de niños, diagnosticar no es rotular. La comprensión del padecimiento infantil supone leer y evaluar toda la situación en su conjunto, al niño y al ambiente en donde se desarrolla, hogar y escuela. Lo que complejiza este entramado es que los adultos no vivimos en un jardín de rosas. Los niños nos miran, esperando que los adultos no les fallemos… Y nosotros estamos ahí, también luchando con nuestros propios fantasmas, con una realidad a veces decepcionante, con los desencuentros del amor, en fin con la vida misma… Es por esto que es necesario distinguir que el sufrimiento de los niños no es “por culpa de”, sino “a causa de”. A causa de un entramado inconciente de historias, deseos, prohibiciones, esperanzas y decepciones que preceden al niño mismo y son, generalmente, su lecho y su leche.

Por suerte, los niños saben hacerse escuchar. Su “ruido molesto” alerta al adulto responsable de ellos. Pero suele suceder que, a veces, la escuela o la familia sean sensibles sólo al “niño problema” y no al que se muestra dócil, callado, serio. Esos niños difícilmente lleven a sus casas “malas notas” o causen problemas y sin embargo suelen sufrir más que los revoltosos.

Que un niño pueda expresar su angustia, una reacción ante sucesos penosos, es un indicador de salud. Los niños que parecieran no inmutarse ante su entorno, con dificultades en expresar sus ideas o sentimientos de un modo acorde a su edad y  posibilidades simbólicas, sufren en silencio; tal vez en un intento de no preocupar al adulto. Son como pequeños padres de sus padres, invirtiendo, sin saberlo, la cadena de cuidados. Se someten a veces a injusticias escolares para no ser sancionados por “la seño”, para que papá o mamá no los reten si “se portan mal”, o simplemente porque se ensuciaron jugando.

Comprender el sufrimiento psíquico infantil, supone como primera y principal cuestión  aceptar y reconocer que los niños no son un conjunto de neuronas, ni hongos nacidos luego de una lluvia, sino que portan una historia y son sensibles a su medio ambiente y por todo ello, pueden sufrir.





[1] Psicólogo Psicoanalista. Coordinador del Comité Científico de la Revista Cuestiones de Infancia. Profesor de la carrera de Especialización de Psicoanálisis con Niños UCES (en convenio con APBA)