Por Lic.
Agustina Beguy [i]
“Tres segundos bastan a un
hombre
para ser progenitor.
Ser padre es algo muy distinto.
En rigor sólo hay padres adoptivos.
Todo padre verdadero ha de adoptar a su hijo”
F. Dolto.
para ser progenitor.
Ser padre es algo muy distinto.
En rigor sólo hay padres adoptivos.
Todo padre verdadero ha de adoptar a su hijo”
F. Dolto.
Cuando un bebé llega al mundo lo hace en un estado de dependencia total,
todo
lo que le ocurre es registrado por él desde lo corporal, aparecen sensaciones
nuevas y caóticas. Ha abandonado el útero que funcionaba como un espacio
contenedor para enfrentarse a un nuevo mundo. Necesita ser
recibido por un otro que lo aloje y le ofrezca una envoltura protectora.
Así es como una madre o un
padre comenzarán a interpretar las señales corporales, gestuales y sonoras de
su bebé diciendo “tiene frio”, “tiene
hambre”, “tiene sueño, necesita unos mimos”, “cantándole una canción se le pasa”
e irán poniendo palabras allí donde este nuevo ser no puede; y en el acto de
decodificación de ese lenguaje gestual, de ese llanto, de esas expresiones,
pondrán en funcionamiento un proceso en el que el psiquismo del bebé comenzará
a armarse.
Esther
Bick sostiene que un bebé es como un astronauta que ha sido
lanzado al espacio sin traje espacial, sin nada para sostenerlo. Será tarea de
la pareja parental contenerlo, funcionando como una piel para ese bebé, ofreciéndole
un sostén no solo físico sino también simbólico y emocional. Las miradas, las
caricias, los susurros, el lenguaje y el contacto corporal así como el
establecimiento de ciertos ritmos, sonidos y gestos, irán construyendo una
envoltura protectora que se fundirá con la piel del bebé permitiendo que se estructure
su psiquismo, que pueda ir reconociendo un adentro y un afuera, las nociones de
tiempo y espacio, de su propio cuerpo, y de su mente viviendo en su cuerpo a medida que vaya conformándose
un espacio psíquico interno que permita la elaboración de la experiencia física.
El nivel de conexión por
parte de la madre o del padre con aquello que siente y necesita el bebé serán
fundamentales para que ese nuevo ser vaya habitando el mundo. Solo si se
establece un vínculo sólido y estable, el bebé podrá comenzar a descubrirse a
sí mismo y a interactuar con quienes lo rodea.
En este punto es importante
tener en cuenta que frente a los desencuentros y las situaciones registradas
por los bebés como de peligro o desprotección, los bebés no tienen las mismas
herramientas que los adultos para hacerse entender; son seres de extrema
dependencia. Para manifestar que algo no anda bien pueden: o bien desde una
posición activa “hacer ruido”, sea a través del llanto reiterado e intenso o
desarrollando algún trastorno (del sueño, de la alimentación, de la piel, etc.)
o desde una posición más pasiva retrayéndose cada vez más en la interacción y
el intercambio con el otro, ausentándose del mundo (bebés que no fijan la
mirada o tienen una mirada vacía, bebés que no responden a la voz, o en los que hay ausencia de sonrisa). Cuando
estas cosas ocurren es importante hacerle un lugar a la consulta con un
profesional.
La llegada de un hijo
implica cambios, internos y externos, en cada uno de los miembros de la pareja
parental y en la dinámica del vínculo; las energías se re-acomodan. El nido se construye,
es una tarea ardua. Los bebés necesitan afecto, disponibilidad, estabilidad de
ritmos, capacidad de entrega y empatía. En los tiempos actuales a veces se
vuelve difícil hacer un lugar para que estos procesos puedan desarrollarse. El
cuidado compartido del bebé y un registro y acompañamiento emocional de lo que
le ocurre a cada uno dentro de la pareja contribuyen al armado de un escenario
más consistente y estable.
No existe un solo modo de
traer un hijo al mundo, el espacio interno que cada madre y/o padre o cuidador
arme para alojarlo tendrá su propio entramado, porque cada uno es portador de
deseos, fantasías, mandatos y relatos que conforman una historia singular;
historia que, con la llegada de un nuevo ser, será trasmitida a partir de la
construcción de un vínculo y se re-transcribirá en una nueva historia.
El vínculo entre padres e
hijos se construye a cada momento. A un hijo se lo va adoptando como tal al
mismo tiempo que uno va habilitándose a pensarse, a actuar y a aceptarse en un
nuevo rol. Es un aprendizaje que acompaña a cada padre y a cada hijo todos los
días. Y allí reside una de las maravillas de la vida.
Fuentes
·
Bick, E.; “Las
experiencias de la piel en las relaciones de objeto tempranas.”, Revista de
Psicoanálisis, APA, 1970.
·
Bion, W. R
(1963) Aprendiendo de la experiencia.
Buenos Aires, Paidós, 1966
·
Winnicott, D.W.
(1965) Los procesos de maduración y el
ambiente facilitador. Buenos Aires: Paidós. 1993
[i] Lic. en Psicología, UBA;
Especialista en niños (carrera de especialización en psicoanálisis con
niños- UCES-APBA); Becaria Honoraria del CSM N° 3, Arturo Ameghino, servicio
Infanto-juvenil Vespertino. Actualmente cursando la carrera de especializacion
en psicoanálisis con Adolescentes- UCES-APBA. Miembro del Laboratorio de investigación sobre
Adolescencia-LUPAA-UCES-miembro de Forum Infancias-