[i]Lic.
Silvina Roca
“Si la voz de una mujer narrando cuentos tiene
el poder de traer niños al mundo, también es cierto que un niño tiene el poder
de dar vida a sus propios cuentos.”
“La invención
de la soledad”, de Paul Auster.
Este libro
lo leí algunos años después de la experiencia que quiero compartir con ustedes
pero, sin dudas, en muchas de sus páginas, vuelvo a recuperar la idea que nos
llevó a imaginar “Cuenteros”… “Cuenteros” fue concebido en 2005 como una
fábrica de cuentos y los encargados de pensarlos, sentirlos y escribirlos
serían los chicos en edad de escuela primaria del barrio El Molino, ubicado en
la ciudad de San Rafael, Mendoza, cerca del km 0 – aunque por momentos los
kilómetros podían medirse de a miles…
Como psicóloga del Centro de Salud
Municipal N° 320 “Alberto Castellanos”, comencé a recibir la consulta de padres
de niños derivados por docentes de las escuelas cercanas, a causa de problemas
de conducta, de aprendizaje, TDA, TDAH, fobias escolares, porque no se
relacionaban con sus compañeros o porque los únicos vínculos posibles entre
ellos, siempre hablando de los niños, eran violentos. Las derivaciones eran un
compendio de todas las etiquetas y diagnósticos tranquilizadores que han
irrumpido con tanta fuerza en el último tiempo.
Como para empezar a pensar de
qué se trataba todo esto - yo recién iniciaba mi trayecto por el Centro de
Salud del barrio- junto con los enfermeros y otros miembros del equipo,
detectamos que desde hacía ya bastante tiempo la zona no contaba con propuestas
deportivas, culturales ni de ningún tipo que alojara a los niños ni a los
adolescentes y, curiosamente, aparecía el Centro de Salud como el espacio
elegido por ellos para encontrarse. Iban solos. Se quedaban adentro o afuera.
Se juntaban en sus vacaciones o los días de lluvia a contar chistes, a dibujar
y a armar afiches para las Campañas de Vacunación. Algo tenía que estar
diciendo todo eso, hacía falta quienes pudieran escuchar.
Más allá de sostener
el espacio terapéutico individual de algunos niños y dada la complejidad de la
problemática presentada en las derivaciones, se hizo necesario pensar en un
espacio grupal y en la articulación entre distintas instituciones: DOAPC**-
Centro de Salud. Lamentablemente, por diversos motivos nos resultó imposible incluir
a la Escuela del barrio en el proyecto. Así fue que a partir de 2006 y durante
5 años coordinamos “Cuenteros” junto con Marcela Meschini, Fonoaudióloga y
actual Coordinadora de DOAITE***. Ciertamente, este espacio fue posible gracias
a nuestra transferencia de trabajo, a acuerdos teóricos y a la Cuenteros 2015 y
a la posibilidad de encontrarnos.
Así
llegamos a pensar este Taller, como un punto de encuentro entre lo creativo, lo
clínico y lo comunitario. En esa época, tímidamente se iban instalando
conceptos como redes en salud, interdisciplina, lo interinstitucional… ¿Por qué
en grupo, por qué escribiendo? Pensamos en un grupo cuya modalidad fuera
centrarse en una tarea, en este caso la escritura de cuentos, como un modo de
bordear el malestar estructural a través de la palabra en situación grupal pero
también en el uno por uno.
“De la
lógica freudiana podríamos concluir: la creación con otros (a través de una
tarea, agregaría) pagando el precio de perder algo del propio narcisismo, traza
un camino posible ante lo imposible. El “no- todo”, la posibilidad de sostener
un acto, aún con malestar, alivia y traza hilachas que tejen algo de alegría
para el ser humano”, dice Graciela Jasiner en su libro “Coordinando grupos”. El
trabajo del Taller, desde nuestra lectura, marca una demora, posterga la
satisfacción inmediata de la pulsión, vía la sublimación. No es la finalidad de
este escrito desarrollar estos conceptos en profundidad, pero la idea que
queríamos rescatar desde el comienzo es la siguiente: hay una cesión de goce en
la escritura, algo se pierde y está del lado de la falta, de la castración. Eso
es lo que permite el lazo social, lazo con otro también en relación al amor, y
en este caso desde la creación, desde lo nuevo. Como dice Borges en el prólogo
de “La moneda de hierro”: “Cada palabra, aunque esté cargada de siglos, inicia
una página en blanco y compromete el porvenir”. “Acá lo que está permitido es
no quedarse solo”, dijo Camila en uno de los encuentros.
La invención de
cuentos fue dando paso al nuevo nacimiento de niños que estaban eclipsados por
ineficacias escolares, fueron posibles nuevos anudamientos subjetivos. Los
encuentros duraban entre 1 hora y 1 hora y media, una vez por semana. Todo esto
se llevaba adelante en un marco de acuerdo compartido de CUIDADO y RESPETO
tanto de los compañeros y coordinadoras como de las producciones propias y
ajenas.
Se trabajaba con dinámica de juego libre con material no estructurado,
cuentos con final abierto y actividades plásticas que luego daban pie a la
confección del texto del cuento e ilustraciones. También jugábamos con escritos
de otros: se recrearon por ejemplo textos de mitología griega, cuentos de
Alejandro Dolina, de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Los chicos no podían
creer que Borges hubiera ido quedando ciego y adoraban que una gota de lluvia
alcanzara para que Cortázar entretuviera a su hermanita… Lo enigmático de cada
texto, conjugados desde una estética literaria particular hizo de estos cuentos
la materialización del hacer, sentir y pensar de una comunidad que se atrevió a
hablar de lo que cada uno como individuo y como parte de un grupo percibía y
representaba de la realidad. Ida y vuelta de la palabra, lazo que hizo posible
dar un giro a distintas experiencias, mitos, discursos, deseos y modos de
convivir, transformando no sólo las acciones individuales sino también, en
algunos momentos, las acciones colectivas.
El grupo
tenía un fin, la impresión del libro marcaría un cierre, una caída que crearía
un nuevo vacío. En el transcurso del proyecto surgió la posibilidad de que la
Fundación Arcor apoyara la iniciativa de imprimir los textos como verdaderos
libros de cuentos. Y así fue. Los chicos fueron escuchados, leídos y no
solamente por las coordinadoras.
“Martes 1 de junio de 2010: Empiezan a llegar de a
poco algunos de los Cuenteros… Reciben el libro nuevo, brillante, gordito; una
caja que simula ser de lápices de colores que reúne en su interior el trabajo
de 4 años intensos. No dicen nada: nos miran, se miran entre ellos, miran los
libros de a uno, se buscan y se encuentran. Tardamos en comprender que estos
son los momentos de la infancia que no se olvidan fácilmente. Quieren escribir:
“En el Centro de Salud del Barrio “El Molino” hay un Taller de Cuentos para los
chicos de la comunidad. Los niños empezaron a ir y les empezó a gustar. Fueron
todos los martes a las 3 de la tarde y desde que empezó esto comenzaron a
cambiar. Cada vez se sumaban más chicos: llegamos a hacer cuentos, después
libros de fotocopia y estos libros de verdad. Fuimos autores de nuestras
propias historias… ¡Hasta dónde llegamos! ¡Cuánta emoción! Los nombres de
nosotros son: Matías D., Romina U., Mauricio U., Facundo C., Damián S., Enzo
P., Sebastián S., Nicolás S
Pasaron
muchas cosas en estos diez años y los “Cuenteros” fueron protagonistas e
impulsores de unas cuantas… y a pesar de tantos cambios, marchas y
contramarchas, seguimos creyendo que la palabra, el lazo con otros y la
inclusión pueden ayudar a que, al menos por un rato, algunos niños tengan
infancia. “La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su
necesidad de comida y se manifiesta del mismo modo que el hambre”. “La
invención de la soledad”, de Paul Auster.
[i] *Silvina
Roca, Lic. en Psicología. Coordinadora del Centro de Salud Mental Infanto
Juvenil N°7. San Rafael, Mendoza. **DOAPC: Dirección de Orientación y Apoyo
Psicopedagógico Comunitario, Dirección General de Escuelas. San Rafael,
Mendoza. ***DOAITE: Dirección de Orientación y Apoyo Interdisciplinario a las
Trayectorias Escolares, Dirección General de Escuelas. San Rafael, Mendoza.