Cuántas veces escuchamos decir: “mi
hijo es mal alumno”, “es un vago”, “la escuela no es lo suyo”. Muchos
estudiantes pasan sus días entre la escuela, la casa, psicólogo,
psicopedagogo y sus actividades extracurriculares. Los modos de relacionarse
con su familia, sus pares, sus docentes, sus aprendizajes y el estudio
condicionan su vida de manera singular.
En cada uno de estos ámbitos se ve un
recorte del estudiante, muchas veces perdiéndose de vista que, al tratarse del mismo
sujeto, sus modos de relacionarse con el conocimiento, sus
maneras de solucionar conflictos y su posición subjetiva serán similares.
Podríamos decir que su “desempeño
escolar” excede ampliamente lo académico. El momento de estudio está
atravesado por: las miradas de los padres, el espacio de trabajo, la
metodología de estudio, las evaluaciones, la comprensión y la frustración, el
encuentro con lo que no se sabe, entre otras cosas.
Entonces, partimos de la premisa de que todo estudiante,
en tanto sujeto, reactualiza en la escuela sus modos de vinculación y de
acción, sus formas de ser y de hacer.
Desde esta perspectiva entendemos que a un joven
que le va mal en la escuela, o que tiene “malas notas”, algo le pasa. Y eso que
le pasa no necesariamente le pasa solo en relación a esa materia o a ese tema,
e incluso es probable que ni siquiera le pase, exclusivamente, en relación al
colegio.
Una vez comprendido esto, sabemos que debemos
abordar la dificultad en el rendimiento considerando los modos que tiene el
estudiante de enfrentarse al conocimiento, al aprendizaje, al no saber y a la
frustración. Y para obtener esta información es importante indagar su historia
escolar y su historia familiar.
Partiendo
de esta premisa es que consideramos necesario el siguiente abordaje con los
estudiantes que “les va mal en la escuela”. Es fundamental el inicio del
proceso de acompañamiento escolar con un periodo de entrevistas en el hogar del
niño, con el objetivo de conocer el contexto en el que estudia (la dinámica de
la casa, los que habitan en ella) y el espacio con el que cuenta el alumno para
estudiar (el lugar físico, materiales, las condiciones).
Allí, se busca indagar la situación escolar pasada
y actual del alumno, el discurso de los padres entorno a la dificultad del
estudiante, la mirada general que tienen sobre él y qué lugar ocupa en la
familia esta dificultad.
En el primer encuentro con los chicos creemos
esencial, rastrear qué registro tienen ellos de su historia académica, si les
genera preocupación o qué sentimientos les despierta, cómo creen que pueden ser
ayudados para estudiar. Durante este primer tiempo también se indaga la mirada
del profesional (si es que asiste) y de la escuela sobre el estudiante.
Con
esta información, se construye un plan de trabajo acorde a las necesidades del
estudiante y las primeras estrategias para abordar las dificultades escolares.
Durante el proceso de acompañamiento se va produciendo un acercamiento con el
alumno, viendo en acto sus conflictivas y pensando y repensando herramientas e
intervenciones posibles. Consideramos crucial supervisar y reevaluar el
trabajo con el joven, indagar qué aspectos emocionales afectan su desempeño
académico, hacer un seguimiento de su trabajo y pensar nuestra práctica para
ofrecer la mejor intervención posible.
Este saber sobre el alumno nos va a permitir
generar estrategias de abordaje del material escolar acordes para que acceda al
conocimiento de forma armónica con su posición y así acompañarlo a superar sus
dificultades.
Fernando nos permite ilustrar cómo el rendimiento
en la escuela excede las horas de estudio:
Fernando es un alumno inquieto que, en ocasiones, le
cuesta prestar atención y se desorganiza con facilidad. Los padres consultan
unos meses después de que comienza 4to grado y en la entrevista cuentan de su
reciente separación en “malos términos”, según sus dichos. La angustia de ellos
frente a la situación que están viviendo como pareja, les dificulta acompañar a
su hijo en su paso por este importante año académico. Se encuentran
desorganizados tanto en su rutina como psíquicamente. A su vez, la angustia de
este joven por la situación, hace que necesite más de la presencia de sus padres. Podríamos pensar que esta desorganización
intrafamiliar, es trasladada por el niño a la escuela, perdiendo el material
del colegio, olvidándose de las fechas de examen, desorganizándose en el
espacio (en la hoja y en el escritorio) y en su rutina. Esto conlleva a un bajo
desempeño académico, en donde se pone en juego su frustración y su autoestima.
Es desde este punto de vista que creemos que no se
puede mirar aisladamente el desempeño de los chicos en el colegio, sino que se
lo debe pensar como un espacio más donde el joven actúa. Reconociéndolo en
relación a su contexto singular, como un sujeto activo en el ambiente al que
pertenece, con la capacidad de no solo ser afectado, sino que de afectar. Desde
allí, se debe intervenir para obtener resultados significativos.
[i] Lucía
Gómez Centurtión. Lic. en Psicología (U.B.A.). Especialista en clínica
psicoanalítica. Directora y coordinadora pedagógica de Aprentia –Acompañamiento
Escolar. Clínica privada.
[ii] Tamara
Schlez. Lic. en Psicología. (U.B.A.) Posgrado en clínica psicoanalítica de
adultos. Directora y coordinadora pedagógica de Aprentia –Acompañamiento
Escolar. Maestra integradora.