“Mi hijo es mal alumno”


Por la Lic. Lucía Gómez Centurión[i] y la Lic. Tamara Schlez[ii]

Cuántas veces escuchamos decir: “mi hijo es mal alumno”, “es un vago”, “la escuela no es lo suyo”. Muchos estudiantes pasan sus días entre la escuela, la casa, psicólogo, psicopedagogo y sus actividades extracurriculares. Los modos de relacionarse con su familia, sus pares, sus docentes, sus aprendizajes y el estudio condicionan su vida de manera singular.
En cada uno de estos ámbitos se ve un recorte del estudiante, muchas veces perdiéndose de vista que, al tratarse del mismo sujeto, sus modos de relacionarse con el conocimiento, sus maneras de solucionar conflictos y su posición subjetiva serán similares.
Podríamos decir que su “desempeño escolar” excede ampliamente lo académico. El momento de estudio está atravesado por: las miradas de los padres, el espacio de trabajo, la metodología de estudio, las evaluaciones, la comprensión y la frustración, el encuentro con lo que no se sabe, entre otras cosas.

Entonces, partimos de la premisa de que todo estudiante, en tanto sujeto, reactualiza en la escuela sus modos de vinculación y de acción, sus formas de ser y de hacer.

Desde esta perspectiva entendemos que a un joven que le va mal en la escuela, o que tiene “malas notas”, algo le pasa. Y eso que le pasa no necesariamente le pasa solo en relación a esa materia o a ese tema, e incluso es probable que ni siquiera le pase, exclusivamente, en relación al colegio.
Una vez comprendido esto, sabemos que debemos abordar la dificultad en el rendimiento considerando los modos que tiene el estudiante de enfrentarse al conocimiento, al aprendizaje, al no saber y a la frustración. Y para obtener esta información es importante indagar su historia escolar y su historia familiar.
            Partiendo de esta premisa es que consideramos necesario el siguiente abordaje con los estudiantes que “les va mal en la escuela”. Es fundamental el inicio del proceso de acompañamiento escolar con un periodo de entrevistas en el hogar del niño, con el objetivo de conocer el contexto en el que estudia (la dinámica de la casa, los que habitan en ella) y el espacio con el que cuenta el alumno para estudiar (el lugar físico, materiales, las condiciones).
Allí, se busca indagar la situación escolar pasada y actual del alumno, el discurso de los padres entorno a la dificultad del estudiante, la mirada general que tienen sobre él y qué lugar ocupa en la familia esta dificultad.
En el primer encuentro con los chicos creemos esencial, rastrear qué registro tienen ellos de su historia académica, si les genera preocupación o qué sentimientos les despierta, cómo creen que pueden ser ayudados para estudiar. Durante este primer tiempo también se indaga la mirada del profesional (si es que asiste) y de la escuela sobre el estudiante.
            Con esta información, se construye un plan de trabajo acorde a las necesidades del estudiante y las primeras estrategias para abordar las dificultades escolares. Durante el proceso de acompañamiento se va produciendo un acercamiento con el alumno, viendo en acto sus conflictivas y pensando y repensando herramientas e intervenciones posibles.  Consideramos crucial supervisar y reevaluar el trabajo con el joven, indagar qué aspectos emocionales afectan su desempeño académico, hacer un seguimiento de su trabajo y pensar nuestra práctica para ofrecer la mejor intervención posible.
Este saber sobre el alumno nos va a permitir generar estrategias de abordaje del material escolar acordes para que acceda al conocimiento de forma armónica con su posición y así acompañarlo a superar sus dificultades.
Fernando nos permite ilustrar cómo el rendimiento en la escuela excede las horas de estudio:

Fernando es un alumno inquieto que, en ocasiones, le cuesta prestar atención y se desorganiza con facilidad. Los padres consultan unos meses después de que comienza 4to grado y en la entrevista cuentan de su reciente separación en “malos términos”, según sus dichos. La angustia de ellos frente a la situación que están viviendo como pareja, les dificulta acompañar a su hijo en su paso por este importante año académico. Se encuentran desorganizados tanto en su rutina como psíquicamente. A su vez, la angustia de este joven por la situación, hace que necesite más de la presencia de sus padres. Podríamos pensar que esta desorganización intrafamiliar, es trasladada por el niño a la escuela, perdiendo el material del colegio, olvidándose de las fechas de examen, desorganizándose en el espacio (en la hoja y en el escritorio) y en su rutina. Esto conlleva a un bajo desempeño académico, en donde se pone en juego su frustración y su autoestima.
           
Es desde este punto de vista que creemos que no se puede mirar aisladamente el desempeño de los chicos en el colegio, sino que se lo debe pensar como un espacio más donde el joven actúa. Reconociéndolo en relación a su contexto singular, como un sujeto activo en el ambiente al que pertenece, con la capacidad de no solo ser afectado, sino que de afectar. Desde allí, se debe intervenir para obtener resultados significativos.



[i] Lucía Gómez Centurtión. Lic. en Psicología (U.B.A.). Especialista en clínica psicoanalítica. Directora y coordinadora pedagógica de Aprentia –Acompañamiento Escolar. Clínica privada.

[ii] Tamara Schlez. Lic. en Psicología. (U.B.A.) Posgrado en clínica psicoanalítica de adultos. Directora y coordinadora pedagógica de Aprentia –Acompañamiento Escolar. Maestra integradora.