Adolescencia: Una transición riesgosa

Por Marcelo Luis Cao (*)

La adolescencia es una etapa dentro del desarrollo evolutivo. Sin embargo, a diferencia de otras etapas evolutivas como la infancia, la adultez o la senectud, la adolescencia presenta una serie de características que la configuran como una transición. 
Transición que se despliega en relación con el paso del tiempo, así como respecto de los cambios que se producen en el cuerpo, en el pensamiento, en las responsabilidades, en los lugares  a ocupar no sólo en un futuro cercano, sino también en los de un presente que se ve drásticamente modificado por las pérdidas sufridas en torno de la identidad infantil.
La adolescencia funciona como una caja de resonancia de la cultura a la que pertenecen los jóvenes, así como de los tiempos que les toca atravesar, tal como lo demuestran algunas de las distintas fisonomías que adoptaron a lo largo del último siglo: la rockanrollera década de los '50, el pacifismo hippie de los ’60, la imaginación revolucionaria del mayo francés del '68, la insoportable levedad y apatía de los posmodernos '90.
Por otra parte, la adolescencia es también transición respecto a la remodelación de la identidad en ocasión de enfrentar los modelos de conducta aceptables para su familia, para las instituciones y para la sociedad. Estos modelos pueden ser rechazados de plano dando lugar a los rebeldes sin causa, o bien, aceptados sin discusión gestando los típicos sobreadaptados. Entre estos polos se encuentra la gran gama de matices que permite dar paso a una síntesis singular y creativa que no siempre es fácil ni posible.
El adolescente en plena tarea de construir su identidad está ávido de modelos que le permitan paliar el angustioso vacío que siente y que lo sujeten y afirmen frente al vértigo al que constantemente se ve expuesto. Definirse como sujeto (sexual y vocacionalmente), tener un proyecto a futuro, sentirse aceptado y valorado por sí mismo y por los demás en un momento donde lo anterior (la niñez), ya no sirve como referente y lo que se perfila (la adultez), es un continente desconocido y peligroso es una tarea monumental y llena de atajos que pueden convertirse en trampas. Así, la tensión y la exigencia tanto interna como externa pueden ser tan altas que muchos de ellos apelan a estos atajos para intentar paliarla. Atajos que pueden resultar transitorios en muchos casos, pero que en otros pueden consolidarse en actitudes permanentes.
Por tanto, la amenaza de fracaso que corroe las bases de la autoestima se presenta en el campo de las pruebas de realidad (exámenes, pasantías, competencias deportivas, abordaje del otro, etc.), las cuales devienen amenazadores porque como dice el refrán: "en la cancha se ven los pingos". Especialmente, si la presión familiar y social es muy fuerte y deben demostrar su valoración triunfando para poder conservar el cariño y la admiración tanto de los padres como de los pares en tiempos donde los valores se encuentran ligados a la competencia sin reglas y al exhibicionismo del éxito.
Por otra parte, la inmediatez de la descarga que oferta la cultura del consumo y las dificultades que conlleva la construcción del pensamiento simbólico se transforman en ejes centrales de la problemática actual de los jóvenes. La dificultad de formarse un criterio, de generar un pensamiento crítico, es desalentada por el sistema de ideas que hoy impera y que para colmo ha erigido a los adolescentes como modelo sociocultural a imitar. 
Por lo tanto, la transición adolescente se halla siempre amenazada por diversas fuerzas sea cual fuera el contexto donde se desarrolle. Por esta razón, la fragilidad emocional de los jóvenes a raíz de ser sujetos en construcción se convierte en un flanco difícil de proteger si los adultos no cumplen eficazmente con sus funciones acompañante y apuntalante. Sin embargo, esta amenaza resulta más atemorizante aún cuando los propios adultos se retiran y dejan a los jóvenes librados a su angustiante soledad y al subterfugio de que ya lo saben todo. En este sentido, la función del adulto es comparable con la del encofrado que se utiliza en la construcción, es necesario esperar a que el hormigón fragüe para que pueda ser retirado. 


(*) Lic. en Psicología. Miembro Activo y Docente de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG). Profesor Adjunto de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Adolescentes de la UCES. Miembro del Laboratorio UCES de Problemáticas Actuales en la Infancia y Adolescencia (LUPAIA). Supervisor del Equipo de Adolescentes del Hospital Zubizarreta. Autor de los libros: Planeta Adolescente. La Condición Adolescente. Desventuras de la Autoestima Adolescente. Página Web: www.marceloluiscao.com.ar